Una vida son muchas vivencias, muchas personas, que dejan su
huella, y te marcan para siempre.
He vivido mucho, a veces despacio, otras muy deprisa. De
todo he aprendido, por las malas o por las buenas.
Pero lo que más me ha marcado han sido las relaciones
personales y las pérdidas.
Por mi piel han pasado muchos hombres, pero eludiendo al
primero y al último, sólo cuatro merecen un lugar en mi historia. El resto, o
no son relevantes, o no merecen el esfuerzo ni de tan siquiera recordar su
nombre.
‘S’ me enseñó muchas cosas. Llegó en el momento idóneo. En
ese preciso instante en el que un cambio de vida, requiere un cambio de
actitud, y ‘S’ estuvo en ese punto de inflexión.
Como ningún otro, me supo hacer ver cuánto se puede disfrutar
del sexo, sin inhibiciones y sin compromisos. Sólo sexo.
Pero no fue todo, también aprendí, que en posición
horizontal uno puede reír y hablar de lo divino y de lo humano.
‘S’ me llevó por caminos que no conocía, y aunque los había
recorrido en mis fantasías, nunca antes me había planteado visiones del sexo,
en grupo o porque sí… Con él descubrí que podía ser divertido, excitante y
emocionante. Eso sí, sin sentimientos por medio.
‘S’ estuvo en mi vida durante años, entrando y saliendo,
pero presente, con ese morbo que da lo imprevisto. Esa llamada a altas horas de
la noche, sin más motivos que un calentón en la compañía adecuada. Fuimos una
buena pareja de sexo. Pero como muchas personas en mi vida, quedaba atrás.
‘J’ no fue ni tan siquiera una relación. Nos conocimos,
congeniamos, y nos vimos unas cuantas veces. ‘J’ me descubrió que un hombre con
éxito en su profesión y auténtico bombonazo de ojos claros de 1’84 de altura y
84 kilos de puro músculo, puede llorar con un niño sin dejar de ser un hombre
con todas las letras.
Me enseñó que ‘sorgiñe’ es muy buena escuchando. Que la
sicología perdió conmigo a una gran profesional. Horas me estuvo hablando de su
vida, de sus problemas y frustraciones, y entre lágrimas hicimos el amor la
última vez que nos vimos, a sabiendas que posiblemente nunca más nos
volveríamos a ver, y que aquella conversación no la podría tener con otra
mujer.
‘J’ me hizo ver que valía mucho más de lo que creía, a nivel
personal y profesional, y que era una mujer muy atractiva, algo que hasta ese
momento no me había planteado. Pero ‘J’ me abrió los ojos en ese aspecto, y que
un hombre guapo, mucho más joven, un triunfador de la vida, que tenía lo que
quería y con quien quería, estaba conmigo, y eso era por algo. Fui sorgiñe para
él, y me gustó. Le echo de menos a veces.
Luego llegó a mi vida ‘R’, no por casualidad, pero si por
accidente, de tráfico. Es mi amigo, a pesar del tiempo y de la distancia.
Soy la pequeñaja en su vida, y es bonito, porque él es un
armario de cuatro puertas, y yo alcanzo el 1’65.
‘R’ me hizo ver como soy de transparente, y como mis ojos
son el reflejo de mi alma, en los que se puede leer, si se quiere, como un
libro abierto.
‘R’ no fue un error, fue un gran acierto en mi vida. No
quiso de mí más de lo que estaba dispuesta a dar. Descubrí un lado salvaje del
sexo, pero a la vez muy tierno, llevándolo al extremo pero con un cariño y una
dulzura muy especial, la que sólo ‘R’ ha sabido poner en mi vida.
Nunca perdió de vista la amistad, y sus consejos, y
protección me seguirán toda la vida. Con ello, me enseñó a ver más allá de un
encuentro sexual. Siempre hubo algo más.
Y por último, y sólo por orden de aparición en mi vida, ‘M’.
Un año intenso, y dos años de separación forzosa y forzada, que acabó como
tenía que acabar, como en las películas, poniendo fin.
Sé que es al único hombre de mi vida, al que no volveré a
ver más. Cuando una mañana nos dimos la espalda en la calle, supe que esa
imagen, la de él alejándose calle arriba, iba a ser la última. Y han pasado
diez años, y así ha sido. Aquella relación murió antes de nacer. Lo supe después,
en el momento que me dijo que había una señora ‘M’. Para mí ya era tarde, me
había enamorado, para él no lo era, sólo estaba encaprichado de mí, pero su
capricho le costó caro, tanto como a mí.
Vivimos en presente, un año entero, sin proyectos, sin
futuro, y pese a que me hizo sufrir, aprendí que puede llegar más lejos de mis
límites. Lloré cada día, hasta la extenuación, hasta no poder abrir los ojos,
pero pese a eso, seguía volviendo cada noche entre sus brazos.
‘M’ me enseñó a valorar cada instante. Y me puso en valor,
aunque lo parezca. Ha sido el único hombre capaz de hablar de mis defectos en
positivo, para mejorar.
Me obligó a ser más, más alta, más guapa, más inteligente,
más especial. Me instaba cada día a ser mejor. Apostó por mí en cosas que nadie
se había atrevido, y aunque sólo fuera niebla en su armario, sacó de mí más y
mejor que ningún otro.
Me enseñó que los silencios dicen a gritos: “te amo, pero no
me voy a quedar contigo aunque lo desee”. Me deseó al extremo de no poder estar
con otra mujer, y buscarme casi cada día, durante dos años, a más de dos mil
kilómetros. Y me hizo desearle hasta la locura. Con ‘M’ todo momento era el
oportuno, en cualquier situación.
Puso en valor mi cuerpo y mi mente mejor que nadie,
llevándolos en cada momento al extremo, sin explicaciones. Con el tiempo
comprendí que no quedaba tiempo para explicaciones, sólo para ser, y estar,
porque cuando llegara el final no habría prorroga. Y así fue, sin un minuto de
tiempo añadido. Me enseño a valorar mi vida.
Cuatro hombres, cuatro momentos importantes, a los que no
renuncio. Se marcharon y no volverán pero seguirán en mi memoria de por vida,
para recordarme porque soy como soy.
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