Te
metiste en mi vida, en mi cama. Fuiste la invitada indeseable en mi mesa, y en
las reuniones familiares.
Sin
ningún pudor, proclamasteis a los cuatro vientos vuestra pasión. Hicisteis
cómplices a muchos.
Te
espié, durante meses, para conocerte y entender
por qué. Seguí vuestro cibernético
idilio día a día, noche a noche. Sabía de cada cita, de cada imagen, sólo esperaba un gesto de sinceridad, uno sólo, que nunca llegó.
Te creía
más valiente, capaz de enfrentar la situación con la cabeza alta, pero tan sólo
fuiste capaz de esbozar un ‘me supera’.
Y rompe
el corazón, destruye la autoestima y la confianza y hasta es capaz de hacer enfermar
físicamente. Dejas de quererte, de querer.
Sólo
quería que supieras que toda acción, al margen de una reacción, tiene
consecuencias, que si no se afrontan, pueden ser incontrolables.
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