viernes, 25 de noviembre de 2011

Un paseo por el tiempo

Te encontré cuando no te buscaba. 
Guardé todas y cada una de tus palabras.
Las grabé a fuego en mi mente.
Guardé todas y cada una de tus caricias.
Las grabe a fuego en mi piel.
Buscaste en otra piel el fuego y
en otra mente las palabras que te hicieran estremecer.
Mientras, en un rincón encanecía mi alma 
y se arrugaba mi corazón.
No soy yo quien está bajo tu piel. 
No me sientes. 
Ya no soy.
La vida nos cruzó,
y la monotonía desvinculó nuestra realidad.
No seguimos el mismo rumbo. 
Yo mirando al este, tú buscando el norte.
Dejé de ser tu niña, el faro donde aguardaba tu destino.
Me perdí de camino, no miré tu sombra al caminar.
Te enredaste en libros de caras.
Susurrabas versos conocidos, 
deleitando anhelos escondidos.
A tu lado, mi vacío se llenaba de lágrimas,
tristeza y rabia.
Yo ya no era.
¿Fui? Quizás. Pero ya no soy.
Mi piel se ha marchitado esperándote.
Mi alma se ha muerto entre mentiras.
Me dejaste olvidada en un rincón,
mientras te inventabas otra vida.
Soy como soy, nada más.
Me creo cada mañana, entre colorete, rimel y carmín.
Camino, hablo, trabajo, como, pero no vivo, sobrevivo.
Pero cuando cae la máscara, se me desnuda el alma,
lloran mis pensamientos.
Me hacen revivir, cada imagen, cada gemido sentido tras la puerta.
¿Cómo olvidar un año entero de soledad, de trampas y enredos?
¿Cómo confiar tras meses de fingimiento?
No quiero recuerdos, no quiero promesas.
No tengo nada, sólo frío. 
Frío húmedo de soledad.
Frío ciego de no querer ver.
Frío sordo de no querer escuchar.
Frío de abrazarme a mi misma a tu lado, pero sola y hueca.
Hueca a fuerza de guardar y tragar.
Encerré mis sentimientos, todos, en un pequeño dedal de sinceridad, para no volverme loca. 
Me aferré a lo único que me podía mantener los pies en el suelo.
Pero ya ni eso me alimenta el espíritu, torcido a fuerza de ahogarlo en litros de silencio.
Se me gastaron las fuerzas esperándote, y no puedo más.

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